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El otro día, ordenando mis libros, me topé con uno que nos hicieron leer en la universidad: Homo Videns, de Giovanni Sartori.
Aunque focalizado en la teoría política, Sartori, fallecido en 2017, fue uno de los últimos grandes nombres dedicado al estudio de las ciencias sociales de forma amplia que obtuvo un reconocimiento importante. Tenía un interés fundamental por analizar la democracia y sus vicios y virtudes, ganó el premio Príncipe de Asturias en 2005, y Homo Videns, publicado en 1997, tuvo un impacto semejante al que ha podido tener en los últimos años la serie Sapiens de Yuval Noah Harari.
La tesis fundamental de Homo Videns es que el consumo de televisión que se daba a finales de los 90 conllevaba un problema que afectaba a la cognición y la voluntad crítica humana.
En su ensayo se acuñaban términos como ‘tele-niño’, dicho de los menores que han sido criados con la televisión como niñera y ventana al mundo.
Pero, ¿por qué? Y, sobre todo: ¿Por qué sus ideas de hace más de 25 años siguen teniendo hoy validez para entender por qué tenemos cada vez menos capacidad de atención y, por lo tanto, somos también más manipulables?
Vamos a descubrirlo:
Sartori, en una idea que bebe de la definición de Cassirer del ser humano como un animal simbólico, defendía que la televisión y la forma que, en especial, tenían de mostrar y disparar imágenes los informativos y los programas, rompía con el flujo con el que los seres humanos hemos ordenado nuestras ideas y alimentado nuestros cerebros para generar otras nuevas ideas durante centenares de miles de años.
Se podía resumir en que el paso del lenguaje oral y escrito (es decir, los abstractos) al puramente visual (concreto) era perjudicial porque eliminaba una fase de procesamiento que, como individuos o colectivo, debíamos hacer sí o sí siempre cuando recibíamos historias en nuestros formatos de lenguaje primigenios.
Frodo y la diferencia entre leer y ‘tele-ver’
En pocas palabras y con un ejemplo:
Cuando alguien lee El Señor de los Anillos sin haber visto nada de las películas puede imginar en su cabeza cómo son los hobbits a partir de las descripciones de Tolkien. Es decir: construimos desde nuestra perspectiva el mundo que nos propone.
Quien haya leído El Señor de los Anillos tras ver algunas de sus películas en el cine o apenas unas escenas ya construye a los hobbits como se los han mostrado y el mundo de Tolkien como se lo dan. No lo digiere el lector, lo obtiene en una versión pre-procesada por otro (en este caso, menos mal que por Peter Jackson).
Jamás creará su Frodo. Tendrá siempre la cara de Elijah Wood.
El ejemplo de la saga de Tolkien es al menos ficción. Ahora imaginemos una idea:
Quien lee un libro de filosofía, ideas políticas o un ensayo, se ve obligado a procesarlo y, por consiguiente, cuestionarlo. Puede que resuene con él desde el principio, pero el simple hecho de atender a la lectura le hace ser más consciente y seguramente crítico.
Imaginemos un libro sobre la Guerra de los Balcanes, donde se muestre un contexto histórico y una evolución de los choques étnicos que acabaron llevando al conflicto. Quien lo lea seguramente pueda sacar una visión general, abstracta y no tan categórica, pero sí rica.
El bombardeo continuado de noticias, de apenas 30 segundos de duración por corte, sobre la Guerra en los años 90, apenas dejaban ver el horror, y las causas y las soluciones a menudo se resumían a una opinión sobre si los X eran unos monstruos y los Y un pobre pueblo oprimido.
La diferencia entre la lectura o la visión de la tele era la atención y el tiempo necesario para que cualquier persona procese la información, no la acopie y se vea apisonado por ella.
Lo que Sartori no esperaba: las redes sociales basadas en vídeo
Y todo esto lo decía Sartori en 1997, siete años antes del nacimiento de Facebook y casi 25 antes de que los vídeos de TikTok, YouTube o Instagram nos convirtieran en sujetos expuestos frente a un continuo chorro de imágenes que nuestro cerebro es incapaz de procesar.
Se han hecho muchos estudios que afirman que nuestra capacidad de atención ha caído a niveles críticos. Aunque se ha intentado, aún no se ha profundizado en la evidente capacidad que tienen las redes sociales para generar ansiedad y frustración frente a las vidas ideales (e irreales) que se cruzan cada día en nuestras pantallas. O la envidia frente al cercano que se convierte en un lejano en redes.
Las redes sociales basadas en vídeo han cambiado el material original de la televisión por el nuestro, por el que podemos generar todos.
¿Hay uno mejor o peor? Creo que hay de todo en ambos lados (tanto en el contenido creado por medios como el que producen personas individuales). Lo que está claro es que, simplemente, hay más.
Por eso, sobre todo, se han convertido en un clavo más en el ataúd de nuestra atención y, por lo tanto, en la generación de nuestras propias ideas.
No soy un negacionista de las redes en su totalidad. Sirven para crear y mantener lazos, aprender, sorprenderse, crear negocio y han democratizado sectores como el de la generación de contenido e información y el de la publicidad, hasta ahora en manos de unos pocos.
Pero tendemos a ver el progreso como un camino de una sola vía hacia cosas positivas. Y no tiene que ser siempre así. En el progreso hay cosas que se ganan y cosas que se pierden. De un tumor, cuando se hace más grande, al igual que de un niño que aprende algo nuevo, también decimos que progresa.
Seguramente te resulte familiar estar viendo una serie en el sofá de tu casa y estar con el móvil en la mano. Somos un Homo Videns ya evolucionado.
A la televisión, el demonio de Sartori, le ha salido un competidor aún más fuerte.
Ahí, un libro, con el enfoque que nos obliga a mantener para enterarnos de sus ideas o sus tramas, es el mejor antídoto.
Ese es el otro poder de los libros, además de transportarnos por sus historias o enseñarnos nuevos conocimientos.
Uno de mis objetivos para este 2023 que acaba de empezar es leer más y mejor. Si quieres, por aquí podemos acompañarnos.
🌍 Y mientras, en la Tierra B: un trivial y tres recomendaciones
🤔 Puedes ver la respuesta aquí.
Recomendaciones:
📖 Un libro: Ya que lo hemos nombrado, Sapiens, de Yuval Noah Harari. Un libro muy entretenido para entender la historia del ser humano y la evolución de su comportamiento. Cuenta con dos secuelas, Homo Deus y 21 lecciones para el siglo XXI. El primero es el mejor.
🍿 Una serie: The Newsroom (2012), en HBO Max, sobre cómo las interioridades de un informativo de TV y cómo se cocinan las noticias.
🖼 Una obra de arte para pensar: Compartimento C, coche 293 (1938), de Edward Hopper. Sobre lo que hemos hablado del poder de los libros.
He dedicado a preparar y escribir esta edición algo más de 2 horas, más infinitos paseos con Vito, mi perro, asesor y jefe en la sombra🐕.
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Nos leemos, si quieres. Y espero cualquier comentario, opinión o apunte con los brazos abiertos. Solo tienes que responder este mail. Estoy al otro lado.
Que tengas buen día.
Víctor