Cuando Ucrania ya no nos importe 🇺🇦
Cuando Ucrania ya no nos importe 🇺🇦
Por Víctor Millán • Publicación #3 • Visualizar online
O por qué empatía es muchas veces igual a atención
Tiempo de lectura 15’⏳ (¡Pero hay versión resumida!)
Cuando acabo de escribir estas líneas (26 de marzo de 2022) la Guerra de Ucrania ya no es la apertura de los telediarios, ni de los diarios online, ni de las radios. Sí que lo son todavía, consecuencias de ella. En el caso de España, huelgas de transportistas y subidas de precios, todo derivado del aumento del precio de los combustibles fósiles.
Esto me ha llevado a preguntarme… ¿Cuándo y por qué dejaremos de prestar atención al conflicto de Ucrania y las víctimas y desplazados que dejará?
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Esta edición va sobre los límites de la empatía y cómo nos condicionan a nosotros y a todo el sistema mediático, incluyendo, por supuesto, internet. La empatía es esa capacidad cognitiva que tenemos los animales (no solo humanos) de meternos en la piel del otro y sentir tanto su angustia, su alegría o su cavilar hasta hacerlos nuestros. Antes de arrancar comentarte que, como a veces me enrollo mucho, he añadido un resumen en unos pocos puntos por si tienes poco tiempo. Ah, y al final de la news te cuento cómo elijo los temas y por qué esta edición la recibes un domingo en lugar de un sábado, como debería ser habitual.
Vamos allá.
En pocas palabras (TL;DR)
La empatía es una cualidad que lleva estudiándose como tal apenas un siglo, pese a ser vital para nuestra convivencia y cómo se construye cualquier sociedad.
Tras ella parecen tener un peso muy importante las denominadas neuronas espejo, encontradas en más animales además de los humanos.
Aunque hay distintos niveles de empatía y personas que tienen más que otras, todo parece basarse en encontrar semejanzas. Debemos reconocer rasgos comunes en el otro para que la empatía se dispare.
Con esa teoría puede explicarse que tras las primeras preguntas que hacemos de niños cuando vemos a un indigente por la calle, luego tendamos a ignorar su presencia a no ser que tenga más cosas en común con nosotros (nuestra edad aproximada, una mascota…)
La empatía nos hace mejores para la comunidad… Pero es mentalmente agotadora. Consume, dicho de forma rápida, mucha RAM de nuestro cerebro.
Esto explica por qué nuestra atención en parte está condicionada por la exposición a situaciones que disparan nuestra empatía hasta el agotamiento, como el conflicto de Ucrania actualmente y otros desastres en otros momentos…
… Pero también los problemas de un amigo, la larga enfermedad de un familiar, o la preocupación por alguien que ha abierto un nuevo negocio cerca de casa al que vemos que no entra nadie.
A su vez, los medios, que se mueven por nuestra atención, al igual que las redes sociales, contribuyen a sacar de su agenda y de la nuestra tras exprimirlos estos sucesos que nos generan empatía pero después nos agotan.
Esto explica que acabemos cambiando asuntos que en un inicio nos preocupaban por otros más amigables o por otras situaciones también desastrosas o complejas que despierten nuestra empatía de forma renovada.
Ahora, si te animas, te dejo con la versión extendida👇
"Podríamos ser nosotros"
La invasión y la Guerra de Ucrania nos ha conmocionado a todos. Especialmente a los europeos. En parte por la cercanía del conflicto, y también porque, más convencidos o menos, todos hemos temido (y quizá sigamos haciéndolo) que Putin suba una marcha más la aparente enajenación en la que vive y engañosa balsa en la que hemos vivido a nivel bélico en Europa las últimas dos décadas dé paso a un conflicto nuclear. Poca broma, pero hay por ahí un meme al que tenía que hacer mención.
Es lógico por todo ello Ucrania nos haya impactado tanto y los medios le hayan prestado la atención que merecía. Pero a todo esto se suman varias cosas que han pulsado otro botón que todos tenemos dentro, la empatía: esa habilidad que tanto se reclama últimamente en tantos ámbitos, especialmente en el laboral.
En caso de Ucrania, además de por lo cercano, ha despertado nuestra empatía por varios factores:
Ucrania (o mejor dicho, Kiev) era hasta hace nada un país (una capital europea) donde pese a sus grandes problemas reflejaba para el resto del mundo cierta tranquilidad. Es cierto que desde 2014 la situación del Crimea y el Dombás hacía que nada fuera normal en el país… Pero de eso hacía mucho que los grandes medio no hablaban. Un ciudadano de Kiev, podría tener, salvando las distancias, una vida similar a alguien de Madrid, DF o París.
La imagen de las familias huyendo con mascotas, niños y personas trabajando en refugios con ordenadores como los que usamos todos reforzaba esta semejanza.
Una vez pude hablar con Gervasio Sánchez, uno de los periodistas de guerra con mayor trayectoria en España. Me contaba que en los 90 durante la Guerra de los Balcanes en España se desató una gran ola de solidaridad porque los veíamos muy similares a nosotros. No eran palestinos, ni africanos. Los balcánicos (quitando Modric y sus familiares) son bastante similares en aspecto a españoles, italianos o latinos.
Y los ucranianos, con todas estas semejanzas con nosotros y nuestras rutinas, habían perdido de un plumazo su modo de vida.
Empezaba con un meme. Lo que viene ahora no lo es pero creo que es necesario. Reproduce el vídeo del tuit que te dejo justo debajo de este párrafo. Si solo escuchas el sonido, el niño que se oye podría estar al lado de tu casa enfadado porque sus padres no le han comprado golosinas o en la frontera entre Ucrania y Polonia, aparentemente perdido.
Excruciating https://t.co/PIutGEIN0F
La guerra suena igual que un parque cercano a tu casa en algunas ocasiones.
Nuestra empatía se dispara y se agota. Y los medios la usan
Esa puede ser la clave de que sintamos tan cercanos conflictos como el de Ucrania o el de los Balcanes y sin embargo barbaridades como las de Siria y Yemen o los mil conflictos de África nos queden más lejanos.
También, obviamente, porque los medios nos colocan los mensajes e imágenes que suponen que nos van a mantener en un estado de tensión pero no de agotamiento. Porque la ciencia ha demostrado que la empatía se agota y nos agota.
La crisis de los refugiados de Siria y la misma guerra del país ha seguido mucho más allá de la imagen del pequeño Aylan Kurdi. Los desplazados por la erupción del volcán de La Palma siguen sin estar en sus casas y la isla tardará años en volver a la normalidad, pero ya no cabe en la parrilla de los medios. Por no hablar del COVID, ya convertido en un asunto de pie de página.
Los medios nos colocan mensajes e imágenes que suponen que nos van a mantener en un estado de tensión pero no de agotamiento
Si algo importante enseñan en la carrera de periodismo es que existe una agenda llamada Setting. Una teoría bastante palpable que dice que los medios tienen la capacidad de controlar los discursos predominantes y por lo tanto los temas que deben ser debatidos. Lo que no entra en la agenda, no existe.
Las redes sociales y la democratización de la posición del emisor que ha supuesto internet ha agrandado esta agenda y para algunos la ha roto. En mi opinión, creo que no. Ahora pueden ser youtubers de actualidad, gente más o menos independiente, más preparada que cualquier periodista o locos de atar los que lancen los mensajes. Pero a todos los que lanzamos un mensaje nos sigue interesando que haya cierto marco común. Que el contexto sea el mismo para todos.
Requiere, simplemente, menos esfuerzo.
Las bases de la empatía
Me he ido un poco por las ramas del tema central, pero creo que por una rama que es bastante importante.
Volvamos con la empatía y la pregunta inicial: ¿Cuándo dejaremos de hablar de Ucrania? Obviamente, primero tendrá que, o bien cesar el conflicto; o bien quedarse de forma latente sin grandes coletazos, como ha estado Crimea y el Dombás desde 2014 para la mayoría de Europa, donde el conflicto entre fuerzas pro-Kiev y pro-Rusas nunca ha dejado de cobrarse vidas. Más de 14.000 desde ese año.
Resulta que la empatía es un palabro bastante reciente, acuñado por primera vez a comienzos del siglo pasado. Antes, este mecanismo vital para la vida social se dejaba entrever en muchas otras definiciones, como el Animal Político de Aristóteles, el kikubari japonés, la compasión o el amor al prójimo cristiano.
Sin empatía, no ayudaríamos al señor o señora mayor que va con unas bolsas de la compra muy cargadas, no nos acercaríamos a un amigo que vemos cabizbajo en una fiesta, o no nos preocuparíamos por si al pequeño negocio que acaba de abrir en el barrio y que sabemos que lo va a tener muy jodido le va a ir bien o mal.
Lógicamente, hay distintos grados de empatía y personas que parecen serlo más o menos. No me meteré en cuanto hay de genético y de ambiental que no me ha dado para tanto en esta edición ni parece que se tenga muy claro, pero, para poner un marco, a los psicópatas se les achaca una total falta de empatía. Quizá Putin lo sea.
Lo que se sabe es que en nuestra empatía influyen y mucho las denominadas neuronas espejo, aquellas que hacen que un individuo imite o refleje el comportamiento de otro. Sabemos de la existencia de estas neuronas desde hace relativamente poco cuando en 1996 el italiano Giacomo Rizzolatti diera con ellas por casualidad explorando con electrodos a un macaco para entender mejor cómo se dan y reproducen algunas órdenes motoras desde el cerebro.
Una cría de macaco saca la lengua tras ver hacerlo a un humano. Wikimedia Commons
Porque sí, las neuronas espejo no son solo del ser humano. Se han detectado en todos los primates, también se investigan en algunas aves y, aunque no se ha probado si es por vía de estas neuronas, creo que nadie puede poner en duda que una gran cantidad de animales, al menos mamíferos, cuentan con sus propios mecanismos de empatía. En la foto que encabeza este tramo, un macaco recién nacido imita a una persona que saca la lengua.
Por qué no dura para siempre
Pero que no dure para siempre, y que al final acabemos dejando de empatizar con los refugiados, los ucranianos, los afectados por un volcán, o cómo le va al de la tienda de al lado, tiene que ver con que es una tarea muy cansada. La empatía consume, dicho de forma rápida, mucha RAM de nuestro cerebro.
Adam Waytz es un psicólogo que ha estudiado la empatía en varios ensayos y saca en claro que es agotador por este motivo. Al igual que las tareas cognitivas pesadas, como tener en mente múltiples fuentes de información a la vez o evitar las distracciones en un entorno ajetreado, la empatía agota nuestros recursos mentales.
Por lo tanto, los trabajos que requieren una empatía constante pueden conducir a la “fatiga de la compasión”, como se ha comprobado por ejemplo con enfermeros y enfermeras de cuidados paliativos.
También parece que contamos con un cupo máximo o barrita de empatía, como si fuera un videojuego: Cuanta más empatía le dedico a mi cónyuge, menos me queda a mi madre. En un estudio con varios tipos de profesiones diferentes, las personas que decían dedicar “tiempo para escuchar los problemas y preocupaciones de los compañeros de trabajo” se sentían menos capaces de conectarse con sus familias.
Por desgracia, no hay herramientas clara para hacerla más duradera una vez que llegamos al tope. O al menos yo no las he encontrado. Las únicas recomendaciones se enfocan más al punto de vista laboral y son, en resumidas cuentas, tomarse un descanso.
Parece que contamos con un cupo máximo o barrita de empatía, como si fuera un videojuego
Los medios -y ahora enlazamos con lo de unos párrafos arriba- saben que nuestra atención depende también de nuestros límites de empatía. Puede que hoy -en España- algún jefe o jefa de contenidos considere que ya se ha agotado la cuota de empatía u de atención que le hemos dado a los huelguistas y la Guerra de Ucrania vuelva a primerísimo plano. O quizá haya pasado una nueva masacre que haga que tenga que volver sí o sí.
Igual, cuando leas esta newsletter, ya tienes la respuesta.
Aquí puedes encontrar todas las fuentes y recursos con los que he escrito esto.
Y mientras, en la Tierra B…
Sigo con esta sección final en la que explico intrahistorias de esta newsletter.
La semana pasada tocaba nueva newsletter y la dejé pasar porque vivo en Valencia y eran las Fallas🔥. No llegaba, tenía dudas sobre el tema (tenía uno preparado pero ya tenía este en la cabeza) y pensé que lo mejor era dejarlo pasar y disfrutar de los dos días libres que me tomé al 100%. Esta ha salido finalmente en domingo tras debatirme sobre si de verdad quería tratar esto o no. Así ha sido al final. Intentaré ceñirme más al plan para la próxima.
La elección de temas para Tierra B quería que en principio se basara en temas que tengo ya escogidos y en gran parte desarrollados, sin dar peso a la actualidad… Pero imagino que la llamada del periodista me ha salido de dentro.
Al final, he dedicado a esta edición algo más de 4 horas más algunos paseos con Vito, mi perro, asesor y jefe en la sombra🐕.
En cualquier caso, espero que te haya gustado, y si has llegado hasta aquí que me cuentes qué te parece la sección ‘resumen’ del comienzo.
¡Ah! Y si te ha gustado mucho, compártela en tus redes sociales o reenvíala a un amigo o amiga.
Nos leemos, si quieres. Y espero cualquier comentario, opinión o apunte con los brazos abiertos. Solo tienes que responder este mail. Estoy al otro lado.
Que tengas buen día.
Víctor
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Por Víctor Millán
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